21.6.10

I. Los peces.

Ella recordaba los peces…

El reflejo de las calandrias,
La casa del árbol, el turquesa del jardín …






Un álbum viejo y deforme


-porque el tiempo deforma-

El gusto a cloro de la pileta
una sensibilidad no hecha trizas,
las rodillas raspadas,
la inocencia inicial…
una ansiedad completa por estirar hasta el final el último vestigio de verano…


pero no.


Ella recordaba los perros estériles,
Inertes, casi inmunes al calor
un patio naranja y rojo
la rabiosa explosión de una ligustrina de felpa
la siesta soporífera de las glicinas,
ofreciéndose de a gajos como prostitutas
Ella sabía, también, que es el tiempo el único capaz de determinar
cuál de todas las eternidades
puede ser más efímera, y cuál resultar un ancla imborrable,
como por ejemplo,
el lento pasar de los discos rayados,
el chirrido oxidado de las bicicletas,
la risa del recreo,
la cicatriz en el párpado…
el jardín, tu cumpleaños,
mi pelo demasiado despeinado
el gusto ácido de torta y cocacolaoesprite…
la desaparición del jardín, de la coca, de las bicicletas, del chirrido de la hamaca… (¿o de qué? ¿qué era el chirrido?)


y de nuevo otra hélice en el espiral y recordar los peces…
“¡ah” me digo, “cierto, los peces”.
Eran dos. Frágiles, hermosos… dos esferas laminadas de azul profundo rodeadas de luces de neón…


Ahora me doy cuenta: nosotros éramos los peces. Me dijiste: “Son peces de agua tibia”, mirándome. Giraste luego tus ojos océano hasta quién sabe que inmensas profundidades y pensé:

ojos océano
peces de mar


yo, que me creía un ser insignificante. Y como vos también lo eras,
podíamos ser los peces,
y jugar a ser dos discos enormes y azules en una pecera


(rodeados de luces de neón, sí, pero en una pecera al fin)


Salir de ella significa esto;
La raspadura en la rodilla
La bofetada
El suicidio no voluntario
La parte más oscura de la calle


Y entonces sí,


Ella recuerda…
Pero no recuerda siempre.
Ella recuerda una pecera
En el centro.
Cruzando la mesita de luz hay una habitación entera, y ahí se termina el mundo.


Ella recuerda los peces.
No recuerda el océano.
Porque recordar el océano sería
contemplar el tiempo…
Y una vez afuera de la habitación,
El tiempo empieza a deformar.