2.11.10

sobre la cantidad de boludeces que puedo escribir en menos de cinco minutos (quizá un poco más) o sobre la serie paradigmática que viene a mi mente mientras escucho just o sobre las cosas locas que pasan un fin de semana y sus nefastas consecuencias


Mientras tanto escucho just y no hago nada más... ese rasgueito de Yorke me mata. sí, acabo de escribir algo trillado. me cago. Me cago en el uso de mayúsculas y en la redundancia de mis días de molestas torturas cotidianas (y me cago en la palabra cotidiano, es insoportable, esa palabra), como por ejemplo, que se me pinche la bici justo diez minutos después de garparle 80 mangos al forro de la bicicletería para que me la deje casi nueva, que mi único día libre tenga veinte mil hojas desastrosas para corregir, que un pendejo de 16 años se quiera suicidar en el medio de mi clase y que repentinamente me den ganas de matarme a mí también, querer comprar una empanada de atún porque en ese momento el único camino a la salvación (o a la felicidad momentánea, da igual) era saborear una deliciosa y bien contundente empanada de atún, y que la cara pajera y redonda del pibe de la pizzería me diga - con su mejor rostro fumón-: uhh, me quedan de jamón y queso o pollo, flaquita. je-. Andate a la concha de tu madre. Y me voy. Y eso que es lunes, pienso, a punto de llorar. 
Sábado. Caigo a un bar para ver la varieté y me encuentro con amigas que no veo seguido, conocidos que veo con menos  frecuencia aun, futuros conocidos, y desconocidos totales y condenados a serlo para siempre. Un maniquí que me mira fijo desde atrás de una cortina que hace las veces de telón me da un escalofrío  y, en ese preciso instante, (justo, ¡justo ahí! justo ahí que no pensaba más en nada, solamente en la fiesta y en que eran las 4 y estaba todo bien) recibir un mensaje descolocado y limante,  un mensaje que leo frente a un maniquí con la mitad de su cuerpo saliendo detrás de una tela vieja y rota, y yo que doy vuelta la cara hacia el mensaje y no sé, no sé que contestarle, no sé... algo así como: "guardate todo eso para vos solo. Y chau. Chau (pongámosle... Carlos, para crear una atmósfera más novelesca). Chau Carlos." Parálisis mental. Ganas de putear, pero para qué, ¿no? Feliz coincidencia, abro la puerta y ahí encuentro una especie de puente. Además, está amaneciendo y las cosas cuando amanece cobran otra significación, se vuelven un poco más oníricas. Vuelvo en un bondi con un repartidor de flores que canta Pappo & los rolling stones, y sé que ahora no lo encuentro pero algún sentido debe tener todo esto... la secuencia, el sol demasiado violento de las siete en primavera, la última cerveza, el colapso de sufrir continuamente nuevas decepciones. Y otra más que se encorva en la espina dorsal de mi ojo izquierdo. Las epifanías duran tan poco...Tengo una muela menos, un dolor insoportable y un desorden inabarcablemente sideral. Y un día más sin bici. Justo ahora, que se vienen los días lindos...