27.7.11

(...)

Estoy cansada y quiero un café, algo que me saque del frío.
Empiezo un cuaderno escribiendo este poema
y pienso
que ya no importa el tamaño de las cosas,
que las cosas sean.

El peligro de estar
continuamente
en la cuerda floja,
en el borde,
caminando finito por el cordón de la vereda.

Se derrumba una colina de hojas secas
y su perfume entra en todo el viento que las agita.

No pertenezco a este lugar,
ya lo sabía desde mucho antes,
desde antes del tiempo…

Me miro en la ventanilla de un bondi que pasa
y esa imagen no soy yo, es otra que desaparece instantáneamente.
Palabras inmersas en remolinos que se pierden
y huyen lejos de cualquier posibilidad de materializarse.
Rasgar las vestiduras de una superficie y encontrar más y más superficie,
Nada: no hay fondo que pueda calmar esta angustia
Ni las risas falsas –ni las que brotan espontáneamente –,

Ni las salidas a la noche, ni las actividades inútiles, ni la literatura.

El amor tampoco.

Menos ahora, que doblo la esquina y el cordón se derrumba
junto a estas manos,
que no pueden acariciar más que objetos

que desaparecen en el aire.






2 comentarios:

  1. wowwwwwwwww mw wncanto flor
    te siento cerca!

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  2. Un poema maravilloso. Me he dejado arrastrar por tus palabras como el viento arrastra las hojas secas en el otoño.

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